jueves, 16 de julio de 2009

De teatro y otras locuras (II): el día que fui inmigrante ilegal


En mi periplo por el festival, intento siempre buscar obras diferentes, especiales, arriesgadas; y el otro día encontré a la candidata perfecta: "Ticket", una performance que propone seguir los pasos de un inmigrante ilegal que intenta pasar al "otro lado". Y menuda performance...

Para empezar, no se desarrolla en un teatro, sino que te dan cita al borde de un bosquecillo en medio de la isla de la Barthelasse (una islita que hay en el medio del Ródano a su paso por Avignon). Una vez todos los "inmigrantes" reunidos, aparece el protagonista ya en su papel de camello, dándonos instrucciones para pasar al "otro lado" sin demasiados problemas. Nunca des tu nombre ni tu lugar de origen. No des nombres de otros. No respondas, ni siguiera asientas o niegues con la cabeza. Si te preguntan algo, tú sólo responde: "King Phone". De lo contrario, serás deportado, y todo tu esfuerzo habrá sido inútil.
Una vez que se aseguró de que todos habíamos comprendido, nos hizo cruzar el bosquecillo, obligándonos a escondernos cada vez que pasaba un coche cerca y a correr en las zonas despejadas. "Y los viejos que no pueden correr se quedan atrás, no les esperéis".
Al final del camino nos espera un polaco que, armado de una metralleta y dando gritos incomprensibles, nos quita los pasaportes y tarjetas de identidad. Y ahora que todos estamos cansados, acojonados y sin papeles, nos conduce a la parte trasera de un camión, donde otro polaco nos mete a empujones y cierra con llave, dejándonos a oscuras y muertos de calor (aclaremos que un contenedor metálico cerrado a cal y canto a pleno sol una tarde de julio acaba pareciendo más un baño turco que un medio de transporte). En ese momento se integra a la troupe un cámara dedicado a grabar las caras de horror del personal con su cámara de infrarrojos, por si no habíamos sido suficientemente humillados.

Entonces comienza la segunda parte de la performance, en la que oyes más que ves, y sientes más que oyes. Se escucha una pelea a tiros entre los polacos y el camello que, por suerte, parece solucionarse sin muertos. De repente, el contenedor empieza a moverse, como si el camión se hubiera puesto en marcha. Entonces aparece entre nosotros una joven negra que nos cuenta su historia, su sufrimiento para llegar hasta aquí. Poco después el camión se detiene, se abre el portón y aparece uno de los polacos, el más asqueroso de todos, armado hasta los dientes y apuntándonos a los ojos con una linterna. Nos grita algo en polaco que suena a insulto. Se dirige hacia la joven y, delante de todos nosotros, abusa de ella, verbal y físicamente. Una vez satisfecho se va y el camión vuelve a ponerse en marcha. Dentro se ha hecho el silencio.
Después de un rato indeterminado, paramos y nos llegan voces desde fuera que indican que hemos llegado a la aduana. El portón se abre y los "inmigrantes" nos apartamos rápidamente, temiendo un nuevo ataque polaco. Sin embargo, es la policía; nos han descubierto. Ya nunca llegaremos al "otro lado". Salimos del contenedor lentamente, sudorosos y con miedo.
Entonces aparecen los actores a saludar, y les acogemos con un aplauso silencioso, intenso. Nos lleva un rato recuperar el habla, como si acabáramos de despertar de un sueño profundo. Nos devuelven los papeles y nos dan las gracias por haber venido.

No es sólo un magnífico espectáculo. Es un trozo de vida y, para muchos, una realidad personal; y eso es capaz de quitarle el habla a cualquiera.

En cualquier caso, si alguno de vosotros pasa por aquí durante el festival, no dudéis en acercaros a ver "Ticket". Merece la pena.

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